Este poema surge desde la tristeza y del enojo, de aquello que pudo ser pero que no fue. Lo escribí hace unos días cuando estaba furiosa, al mismo tiempo que internamente me preguntaba qué significaba para mí que me quisieran bien. Unos días más tarde encontré una publicación en Instagram que explicaba cómo sentía yo que debía ser:
Una posible traducción (no soy traductora).
Le preguntaron:
¿Qué cualidades debería tener tu pareja?
Ella respondió:
Sobre todo, la voluntad de crecer y de conocerse a sí mismo lo suficiente para que verdaderamente te pueda querer bien. Si está emocionalmente preparado para una conexión real y listo para sanar de manera profunda con el fin de que esto los una a ambos cada vez más, será más fácil construir un hogar feliz y encantador. El amor de verdad es el compromiso de hacer lo posible para que el otro sea feliz.
En la sociedad actual, ese amor no está muy presente: se prefiere lo dinámico, la inestabilidad, lo fugaz y no conectar profundamente con nadie. En mi caso, aunque no esté buscando a alguien con quien construir un hogar todavía, prefiero el amor de antes: las cartas románticas, la seguridad, la estabilidad, una pareja como compañía.
Querer bien es también querer la felicidad del otro y saber que no siempre puede coincidir con la tuya. De esto va este poema que escribí con tristeza y furia:
Siento el alma pesada
las nubes grises
se apoderan
de mi garganta
día nublado
lloro desconsolada
siempre lo supe
pero me creí tonta.
Mi intuición me lo dijo,
pero no le creí.
Me imaginé
lo que iba a suceder,
no me hacía sentir bien
me convencía de que sí
pero yo no soy como él:
él puede fingir
lo que dice sentir.
Sabía que igual
iba a suceder
una y otra vez
me di la cabeza
contra la pared.
Ni yo sé por qué
me duele
lo que no
me ha de doler.
Creo que es porque
cuando decido poner
punto final
lo cumplo
cual pasado que
no puedo modificar.
Me matan
sus palabras
tan teñidas de mentiras
tan dañadas por desamor
nada lograré curar.
No soy quien
para al otro lograr salvar.
Me mata
su falta de comunicación
ni aunque la pudiera respetar
cada segundo que pasa
me demuestra más y más
que no le importo
como me dijo,
que no
me quiere bien.
Yo no puedo
querer a medias
no me sale
tener aquel poder.
No quiero
hablar del futuro
si en el presente
a él no lo puedo ver.
Porque nunca estuvo
por lo que nunca se fue.
Nunca entró a mi casa,
siempre está fuera
esperando en la puerta
asomándose
para cada tanto
aparecer.
Nunca quiso nada
tampoco lo puede querer
el presente es hoy y ahora
no es mañana ni ayer.
Me esfuerzo
en comunicar
lograr que todo esté bien
¿qué pasa cuando
del otro lado
ni siquiera
te quieren ver?
Siempre
me han tratado
como reina
pero aun así
nunca pudieron
quererme bien.
Me agota la psiquis,
el corazón
angustiado
si ya lo sabía
¿por qué siento
que yo misma
me he lastimado?
Intento e intento
no puedo renunciar
siento que todo
lo puedo solucionar
hacerlo funcionar.
Me encuentro
con la misma piedra
ya no quiero
volverme a tropezar.
Sé que él
nunca estuvo
nunca se quedó
nunca me priorizó
ni se quiso quedar.
Después
de tantos lugares
vuelve a mi casa
para mantenerme cerca
un poquito de cariño
porque lo tiene
que compartir.
No me importa
ser posesiva
si con esto digo
que solo quiero
que alguien me quiera bien
solamente a mí.
Finalmente
creo que está en mí
poder decidir
que se vaya
que ya no quiero
que esté en mi puerta
controlando cada tanto
qué hago
para tenerme a mí
desde este lado
en espera.
Finalmente
sé que está en mí
dejarlo ir
y no dejar
nunca más
que vuelva.
Por suerte ya no estoy enojada, ya acepté que mi manera de querer no puede siempre coincidir con la de alguien más por más de que lo intente. Eso está bien. Bien si en algún momento me quiso, aunque no me haya querido bien. Bien también si solo mintió, porque de igual manera no me quiso como yo creí que lo quería a él.
La vida se trata de seguir, aprender y mejorar. A pesar de que este camino parezca interminable, hay que encontrar armonía en el recorrido: aprendemos de los errores e intentamos mejorar, siempre dando lo mejor de nosotros mismos para nuestro bien y para los demás.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer este escrito. Dudé en publicarlo, pero hay algo en transmitir lo que siento que me encanta. Disfruto del momento cuando ese nudo de frustración en la garganta se desata para dejar que las palabras hagan lo suyo: bailar al ritmo de la melancolía y de los susurros liberados entre lágrimas.